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David Bowie como Jareth el Rey de los duendes. |
Esta semana no más, el 10 de enero, nos dejó otros de esos grandes artistas que al menos en mi caso, desde niño, se adueñó de mi atención gracias a su talento y simpatía: Me estoy refiriendo a David Bowie. Aunque el rock no es la música que me apasiona, sí le tengo un gran respeto en cada una de sus variantes, como en especial a sus cultures, así como igual a todos aquellos que gozan escuchando sus canciones. Por lo tanto, no es la faceta de David como cantante la que de pequeño logró conquistarme, sino que fue debido a sus enormes dotes actorales que este hombre de imagen andrógina, se convirtió en uno de mis tempranos ídolos. Eso sí, debo hacer un alcance a su música de modo de hacerle justicia y es que las pocas veces que lo oí cantar, siempre me pareció su voz algo precioso y evocador, casi de otro mundo; pero como ya dije, fue en la interpretación actoral que este se consiguió un espacio en mi corazoncito. A su vez hay que reconocer que David Bowie era un artista integral, quien destacó a lo largo de su discografía y filmografía con canciones y filmes de culto (tanto para el cine, como para la televisión), dejando hoy en día un legado que ya está dando más de un tributo a lo largo del mundo. De este modo, con estas palabras hago mi humilde homenaje a nuestro queridísimo Bowie.
¿Cuál es el primer recuerdo que poseo de este caballero del espectáculo? Creo que fue viendo en familia una noche por la televisión abierta, en plena década de los ochenta, su famosa cinta Merry Christmas, Mister Lawrance, conocida en estos lares como Furyo. Este drama bélico ambientado en la Segunda Guerra Mundial, específicamente en un campo de concentración japonés, me provocó unas cuantas lágrimas en aquel entonces. Retrocediendo en el tiempo, una vez durante aquella época, quizás cuando recién tomé conciencia de lo que significaba este nivel de compenetración con una historia, a tal punto de llegar a emocionarme de esa manera con una obra de arte, le pregunté a mi papá extrañado-y con los ojos aún húmedos por el filme que estaba presenciando- cuál era el motivo de que me pusiera a llorar con algo que ni siquiera me estaba pasando a mí. Y entonces mi querido padre me dijo unas palabras que me marcaron para siempre: “Porque tú no tienes el corazón de piedra”. De este modo, si mi memoria no me falla, esta cinta en la que más encima Bowie se encontraba en un verdadero duelo histriónico y pasional junto a otro gran músico, Ryuchi Sakamoto (su antagonista en la trama), me llegó hasta lo más profundo de mi ser infantil e hizo que me interesara en el trabajo de su intérprete (exacto, desde muy niño amé el cine y a las buenas historias en general, pudiendo deleitarme con más de una actuación pese a mi corta edad). Pero hay un punto significativo para mí de este debut en mi existencia de David Bowie: fue la primera vez en mi vida en que vi a dos hombres besarse eróticamente hablando. ¿Y ello me causó revuelo considerando mi falta de experiencia y conocimientos? No, para nada, al contrario, me pareció algo de lo más natural, si bien igual me sorprendió la gran revelación de los motivos que llevaban al oficial japonés para humillar tanto a su prisionero (recordatorio para mí: ¡Debo volver a ver esta película, que la tengo hace años en mi colección y salvo esa vez, nunca más le he echado otra ojeada). No me acuerdo qué les habrá parecido esta escena climática a mis padres, que nunca fueron muy vanguardistas que digamos. Sin embargo creo que desde aquella ocasión, que se me confirmó que el verdadero amor no tiene fronteras para habitar en el alma de los seres humanos.
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Parte de su suplicio en Merry Christmas, Mister Lawrence. |
El largometraje arriba señalado lo vi en una función nocturna, un domingo en lo que se llamaba Grandes Estrenos o Best Sellers (según el canal que lo haya dado aquella ocasión). Por aquel periodo en la tarde, después de clases, emitieron una película suya mucho más antigua y que esta vez disfruté a solas: El hombre que vino de las estrellas… ¿Qué les puedo decir sobre ella? Pues la verdad que casi no la retengo en mi cabeza, además de que la encontré bastante rara; sin embargo me gustó y por entonces al contemplar a Bowie mucho más joven que en la cinta histórica, lo encontré hermoso, quizás también porque su papel acá era casi angelical, propio de un ser superior y sobrenatural.
De niño apenas fui al cine, pues no tenía quién me llevara y mis progenitores tampoco veían este tipo de salidas como una gran alternativa para entretener a sus hijos (solo recién en la adolescencia, ya en los noventa, me atreví a salir con mis amigos, juntando toda la plata que lograba obtener para darme estos gustos). Sin embargo miraba fascinado en la tele todo lo que daban acerca de los nuevos títulos que se estrenaban, a través de programas como Séptimo Arte, que a veces emitían los detrás de cámara; también me quedaba como tonto mirando los afiches en el diario y en los cines cuando pasaba fuera de ellos, además de todas las imágenes posibles de sus escenas que estuvieran a mi disposición. Fue en aquellos años de “precariedad cinematográfica”, que me prometí que cuando fuera más grande y contara con plata de mi bolsillo, saborearía todas las películas que quisiera. Así fue como en aquel tiempo llegó a nuestras salas Laberinto, una mágica historia en la que Bowie se permitía tanto actuar como cantar, brillando como nunca frente a las cámaras. Esta obra hecha por el estudio de Jim Hemson (¡El mismo de los Mauppets y Plaza Sésamo y que luego nos daría esa perla de la ciencia ficción televisiva que es Farscape!), presentó al artista en uno de sus roles más recordados. Anhelaba verla con todo mi ser (lo mismo me pasó con La Historia sin Fin), pero pasaron años para poder concretarlo y así fue como a principios de la siguiente década, gracias a la ya desfasada tecnología del VHS, la arrendé y por fin pude gozarla. Debe haber sido genial contemplarla en pantalla grande en su momento.
Cuando era un adolescente y me encontraba haciendo la enseñanza media, me dio por el llamado “cine arte” y de ese modo David Lynch se convirtió en uno de mis ídolos. Fue cuando se exhibió en la televisión abierta su celebrada serie Twin Peaks, que se estrenó con bombos y platillos por acá, aunque lamentablemente debido a la escasa audiencia que provocó (pues claramente el público televisivo criollo, no estaba preparado para un producto tan elaborado como ese) la cambiaron de horario, cerca de la medianoche, y al final terminé “sacrificándome”, quedándome despierto hasta tarde (en aquel entonces me dormía temprano, más encima la daban los lunes, cuando aún me quedaban varios días de clases por delante) y de ese modo fui uno de los pocos en el país en seguir el programa completo. Poco después Lynch hizo la precuela para el cine y no dudé en ir a verla, aunque no me quedó otra que asistir solo. Gracias a unas revistas de cine que compraba en esa época, me enteré que Bowie realizaba un pequeño papel en ella. Así es que tenía razones demás para mi cita con Laura Palmer y compañía. Mucha agua ha pasado bajo el puente desde la última vez en que me repetí este filme, no obstante puedo rememorar la actuación de David, quien con solo su gestualidad (pues creo apenas tenía diálogos) logró transmitir bastante en la escena que tuvo a su cargo. Por otro lado, el hecho de que haya sido llamado a las filas del experimental Lynch, dejó todavía más de manifiesto su virtud como celebridad y de grandes dotes para el espectáculo (no cualquiera iba a conseguir la atención de David Lynch ¿No?).
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Como Tesla en El Gran Truco. |
Más atrás hacia mi pasado, cuando todavía era escolar, mientras leía la revista Cinegrama,me enteré de que existía un filme censurado en Chile, de principios de los ochenta y en la que actuaba Bowie haciendo de nada menos que de vampiro. La cinta era The Hunger(El Ansia) y recién cuando estaba en la universidad pude verla en VHS, aunque en una versión muy cortada. Hace casi cinco años atrás más o menos, llegó a mis manos el DVD con el montaje integral de esta obra y en esta ocasión lo realizado por David y sus compañeros de reparto me dejó gratamente sorprendido. Cuando el personaje de Bowie es condenado a pasar la eternidad como un monstruoso cascajo, de lo que alguna vez fue, llegué a la convicción de que esta era la actuación suya que más me había gustado. Aquella vez, cuando la vi en DVD, también estaba Marcelo y de nuevo no dejó de expresar su reverencia ante la presencia de nuestro ídolo (de hecho, fue por medio de él que me enteré sobre esta triste pérdida). El año pasado tras por fin haberme leído el libro de Whitley Strieber, que inspiró este largometraje, volví a revisar esta joyita y como nunca me maravillé de esta obra y en especial del desempeño actoral de su protagonista. Años después hizo de anfitrión en la segunda temporada de la serie antológica The Hunger, inspirada en la película mencionada; lamentablemente aún no he tenido el honor de revisarla.
El amor que despertaba (y todavía despierta) David Bowie entre sus seguidores, ha llegado a tal punto, que alguien como el escritor y guionista Neil Gaimam, cuando estaba realizando sus primeros cómics para The Sandman,se inspiró en su figura para representar a Lucifer; por lo tanto le encargó a los dibujantes que lo hicieran parecido a su cantante favorito.
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Comparación entre David Bowie y su simil caricaturesco. |
Ahora solo me queda volver a repetirme sus películas que tengo, para deleitarme de sus interpretaciones y darle las gracias por tantos bellos momentos disfrutando de su trabajo.
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Bowie como el vampiro acabado de El Ansia (¡Maestro!). |