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Adiós a Cidroq.


      Desde que comencé este blog hace más de 7 años, me ha tocado despedir a un montón de gente a la que sin conocerla, llegué a admirarla y apreciarla gracias a su trabajo, la huella que dejaron en el mundo y lo significativos que llegaron a ser para mí.  Hoy es la primera vez en que me toca hacer un post en homenaje a un amigo, al que si bien no conocí en persona, sí llegué a tenerle mucho aprecio y se convirtió rápidamente en alguien valioso para mí: Eduardo Romero, Cidroq para los blogueros y sus conocidos, como amistades en la Red.
      Me encontraba esta mañana en el gimnasio cuando otro colega de la blogósfera, Wladimir Vásquez, Lobo7922, me contó por el chat de Facebook la triste noticia… ¡En realidad no supe cómo reaccionar? Haberme paralizado o puesto a llorar me habría parecido más acorde a todo esto, pero uno nunca sabe cómo le va a llegar un balde de agua fría como este.  Ahora solo puedo pensar en él y en su familia, que siempre me contaba de sus dos hijas, su señora y de sus padres.  Harto llegamos a hablar gracias a las maravillas de la tecnología, que permite mantener contacto en tiempo real sin importar las distancias.  Así que una partida como esta no puede dejar de pesarme.  Se me vienen a la cabeza sus dos hijas pequeñas, más o menos de las misma edades de mis sobrinitos regalones (Amilcar de 8 años y Brunito de 4) y más me duele que se haya ido tan pronto.
      Mexicano de corazón, supimos el uno del otro por medio de otro blog, La Guillermocracia y rápidamente comenzamos a dejarnos escritos en nuestros posts para las páginas de cada uno.  Eso fue más o menos hace unos 4 ó 5 años.   Tiempo después yo enfermé gravemente, casi me morí y estuve unas dos semanas internado en una clínica, cuando volví a casa me envió una invitación por Gmail para poder chatear por ese medio (en aquella época aún pensaba que NUNCA me haría un Feis).  Las conversaciones que tuvimos durante mi periodo de convalecencia me alegraron mucho, que por entonces no podía salir mucho de casa o más bien hacer vida social.  A partir de entonces se forjó un diálogo entre los dos que podía abarcar varios minutos, ya sea estando yo en casa, en el trabajo o en el gimnasio, entre otras partes y/o circunstancias.  Era un gusto conversar, que teníamos tanto en común y por eso mismo rápidamente lo consideré mi amigo (algo así como esas amistades epistolares de antaño como las que tenía Lovecraft con su Círculo de Cthulhu).  A veces le mandaba fotos de mí junto a los niños, que también compartía conmigo mi amor hacia mis sobrinos; otras de lo último que me compraba.
     Hace tiempo ya, antes de que pudiésemos charla en “tiempo real”, Eduardo compartió en su blog la tremenda pena de que su bebé nonato había fallecido en el vientre materno.  El dolor era tan grande que aquella vez Cidroq pensó en despedirse de sus lectores, pues no tenía fuerzas para dedicarse a la página, al menos por un tiempo determinado.  Las palabras de aliento no faltaron, incluyendo la mía y al final Eduardo se mantuvo firme.  Como un año después nos dio la noticia de que su señora estaba de nuevo embarazada y de ese modo nació su segunda hija, Heidi.  Las niñas siempre estuvieron presentes en su Cuchitril, dedicándoles más de una entrada a su vida con ellas y sus pequeños logros.
     Cidroq era un padre y esposo abnegado, quien por años trabajaba hasta los sábados para darle la mejor vida a su gente.  Era un ñoño querendón, fanático de los videojuegos y que también se daba el gusto de leer harto, ver pelis y seriales, así como un amante de su familia, que además me contaba de sus padres, a los que por igual adoraba.  Recuerdo que me llamaba la atención que mientras yo flojeaba los sábados, él ejercía su profesión con esmero.  El año pasado no más pudo cambiarse a una mejor empresa, que le diera mayores divisas económicas y con ello pudiese tener, luego de años “esclavizado”, libre por completo los fines de semana.
      Se me viene a la memoria la vez en que me dijo en que su blog y el mío comparten las mismas siglas, ECC, El Cuchitril de Cidroq y El Cubil del Cíclope respectivamente.  En una era en la que muchos han abandonado por una u otra razón sus blogs, Eduardo siguió al pie del cañón en más de una década dedicado a ello.  Una vez me dijo que su página era uno de los legados que les quería dejar a sus pequeñas, a ver si cuando grandes ellas continuaban con la misma tarea a través de ese medio de comunicar y compartir las queridas ñoñerías.  No obstante ni su esposa sabía de su Cuchitril, ni de otra página suya dedicada a los videojuegos.  Por el momento eran sus secretos y los que lo seguíamos sus cómplices.
    El año pasado se me ocurrió “entrevistar” a los pocos blogueros que sigo y que mantienen al día su página, según su propio ritmo, con nuevas actualizaciones.  Eduardo fue la primera persona en la que pensé y accedió de inmediato, publicándose este texto el 9 de mayo de 2017 y que pueden leer pinchando aquí.  Como respuesta a lo que escribí sobre él a manera de presentación antes del set de preguntas y su contestación, mi amigo no tuvo dudas en decir que se había emocionado hasta las lágrimas…Así era él, un tipo sencillo con alma de niño y que actuaba como un hombre responsable, apasionado y gentil.
     Creo que habrán pasado al menos 2 semanas en que no tuve noticias suyas y tan solo el jueves recién pasado de la semana que termina, me dejó dos nuevos comentarios en mis últimas entradas (era además uno de los pocos lectores constantes que me quedan o al menos de los que acostumbran dejar unas palabras para sus colegas, detalle que siempre le agradecí).  Ese día por la mañana me dirigía con varios alumnos y unos cuantos compañeros de trabajo a una visita pedagógica, cuando Cidroq me saludó por el chat de Gmail y pudimos conversar bastante, ñoñear de lo lindo.  Me contó que había subido un nuevo post, a lo que le di mi palabra de leerlo más tarde. La entrada era algo más larga de lo acostumbrado, pues se notaba que la hizo con mucha dedicación, ya que se trataba de una serie de novelas de fantasía que había disfrutado y ya antes me la recomendó en uno de nuestros diálogos; terminé al otro día temprano mi lectura y ese mismo viernes contestó mi comentario.  Fue la última vez en que pude disfrutar de su compañía “virtual” y en la práctica lo veo como una bendición, pues disfruté mucho de esa charla; además así supe que estaba bien, con harto trabajo y que las niñas se encontraban en óptimas condiciones.  
     Eduardo falleció debido a un infarto fulminante que se lo llevó durante el sueño y tenía solo 38 años de edad, demasiado joven para morir.  He estado todo el día en él y no podía acostarme sin terminar estas palabras en su honor.  QUERIDO EDUARDO, TENGO FE EN QUE EN ALGÚN MOMENTO PODREMOS RETOMAR NUESTRA AMISTAD, NO EN ESTE MUNDO, SINO EN UNO MEJOR.  GRACIAS POR HABER COMPARTIDO UN PEDACITO DE TU VIDA CONMIGO.  HASTA PRONTO, COMPADRE.

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Su señora, María y sus dos hijas, Xóchitl  (la mayor) y Heidi (la menor).


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