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Remembranzas de “It”.


      En unos días más, en septiembre de este año, se cumplen treinta años desde que Stephen King publicó la que sería una de sus mejores y más populares novelas: It (Eso en nuestra lengua) y a lo largo del mundo se realizarán unas cuantas celebraciones al respecto… ¡Que bien estamos hablando del libro que ha dado a tantas generaciones de lectores y fanáticos del llamado “Rey del Terror” un sinfín de  sustos y emociones varias! Pues así fue que mi estimado colega bloguero Mauro Vargas, a través de su estupenda página Léase a Plena Noche(todo un referente de la blogósfera en materia del terror), tuvo la genial idea de publicar una serie de textos en honor a tan destacada obra y fecha.  Por lo tanto un seguidor acérrimo del señor “Esteban Rey”, no podía quedarse atrás a este llamado y de este modo por medio de este escrito hago un repaso por mi historia personal con este libro (y como no, también por la recordada minisierie basada en ella).
      Estaba en los primeros años de mi adolescencia, cuando supe por primera vez de quien en poco tiempo se transformaría en mi escritor predilecto.  Desde niño me gustó el cine, así que en casa veía todo lo que podía gracias a las emisiones de la TV y como a muchos a tan temprana edad, los filmes de horror y todo tipo de historias de miedo acapararon mi atención de inmediato (supongo que debido a esa inclinación natural que todos tenemos por lo siniestro, lo oculto, lo prohibido y todo eso).  Pues cuando llegó el floreciente mercado del video casero a través del VHS, pese a que pasó un buen tiempo para que mis papás me regalaran un videograbador, pude por fin verme completas y sin cortes varias películas del género, según mi interés personal y la posibilidad de títulos que me daban los videoclubes al respecto.  Al cine fui muy pocas veces de niño, pues no tenía quién me llevara seguido, por lo que fueron estos videos los que me permitieron dar rienda suelta a mi hambre de monstruos, espíritus malignos, psicópatas y demases…
       No recuerdo qué fue primero… ¿El huevo o la gallina? No, estoy leseando.  De lo que sí no me acuerdo es de si mi primer contacto con King fue yendo al cine a ver un programa doble rotativo, en el  cual uno de los dos filmes que daban era nada menos que Cementerio de Animales(¡Qué nostalgia esas funciones de antaño, cuando por unos pocos pesos te podías ver una, dos o tres cintas y repetírtelas todas las veces que quisieras y te diera el cuerpo el mismo día!).  Quien haya disfrutado este largometraje, bien puede comprender cómo su fuerza dramática y audiovisual puede impactar a un chico de a lo más quince años de edad.  O si fue durante una calurosa tarde de vacaciones de verano, cuando contemplé gracias a un video pirateado una película de la que nada sabía, Carrie, otra historia distinta que de inmediato se transformó en una de mis favoritas.  Más o menos por aquel tiempo me vi también en VHS El Resplandory Creepshow, o sea, me llené de verdaderas joyitas del séptimo arte y por eso mismo tras ya saber quién era el inspirador de tamañas obras, el paso siguiente era leerme sus libros.
     Como ya he contado, era muy pequeño cuando me picó ese bichito del amor por el cine.  Fue así como con la poca plata con la que contaba, me podía costear dos revistas especializadas, una que se llamaba Cinegrama y otra de nombre Video para Usted.  La segunda de ellas tenía una sección acerca de los próximos estrenos en VHS y así fue que me enteré de que estaba por salir para el arriendo It, una miniserie de más de tres horas de duración, acerca de un mal primigenio y que versaba sobre una novela de… ¡Más de mil páginas! El breve texto mencionaba a un payaso aterrador, el inolvidable Pennywise, quien podía tomar la forma de lo que más te asustaba.  Por supuesto ante esta síntesis, me propuse obtener tal libro a como de lugar.  Ya antes había leído varios escritos por mi cuenta, o sea, aparte de los que me daban como lectura domiciliaria en el colegio; no obstante, nunca antes me había puesto en la tarea de una empresa como esta (creo que todavía no llegaba a las cuatrocientas páginas del título más largo en ese tiempo).  Y pese a todo la idea me seducía, así que me armé de paciencia y me decidí a sacarme las mejores notas en clases para conseguir de mis papás tal premio.
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     A veces me iba a las librerías a puro disfrutar, viendo las portadas de los libros que me interesaban, los sacaba de las estanterías y leí las reseñas que llevaban; si podía, los hojeaba con  entusiasmo.  Y por supuesto había uno en particular que conseguía mi absoluta reverencia: la edición en tapa dura y de dimensiones considerables de It, con cubierta negra y el nombre de su autor en grande, más el de la novela en un rojo sangriento y con un estilo muy llamativo (¿Se les viene a la memoria esa ya vieja edición de Plaza & Janés?).  El arte de la portada era lo mejor…Un barquito de papel corriendo por el agua de seguro de la lluvia y debajo de él una alcantarilla de la que salía una garra de color verde.  La primera vez en que vi tal imagen, me volví loco de emoción fantaseando acerca del significado de tal ilustración (poco después sabría el verdadero sentido de ese dibujo y nunca más olvidaría un comienzo tan potente como el que representaba dicha tapa).
     Ese mismo año de 1991 para Navidad, les pedí a mis papás que me regalaran It.  Insistí tanto, que al final me regalaron más de un libro de Stephen King, todos en ediciones de bolsillo eso sí, pues no les daba para poder comprarme la edición de mi objeto del deseo más preciado.  Como mis papás no eran lectores (salvo del diario) y apenas sabían de literatura, los acompañé a ambos a hacer las compras.  Con mi papá, quien era el que ponía el dinero en la casa, adquirí El Umbral de la Noche y La Zona Muerta; con mi mamá, quien resultó ser mi “amiga secreta” de esas fiestas, Los Ojos del Dragón.  No podía ser malagradecido, después de todo me llevaba tres libros para disfrutarlos a mi antojo.  Ese día de Navidad, no fue especial para mí solo por el hecho de que “El Viejito Pascuero” me había otorgado tan valiosos obsequios, sino porque como cosa rara en esta parte del mundo (cuando las fiestas de fin de año ocurren en pleno calor estival) hubo una tormenta eléctrica, con lluvia, granizo, rayos, truenos y vientos, tal como luego me enteraría le gusta a Stephen King describir en sus obras.  Fue algo memorable.  Al siguiente día, con un precioso cielo azul que superó al gris del día anterior, mi papá llegó de su viaje de compras con toda una sorpresa para mí: me traía nada menos que It y, por supuesto, ya saben en qué formato.
     Cuando mi papá (y obvio que también era regalo de mi mamá) me concedió tal alegría, a todo aquel que se cruzaba ante mí, le mostraba encantado dicho regalo, ya que además nunca antes en mi corta vida había sido dueño de un libro tan hermoso (ustedes me entienden ¿No?).  Pero la verdad, salvo que mis adultos admiraran que alguien en su entorno y a esa edad pudiese disfrutar a ese punto la lectura, supuestamente no tenía a nadie que entendiera mi pasión.  Un cuñado, que recién estaba entrando en los veinte y la verdad es que tampoco era alguien muy culto y sensible que digamos, cuando me vio con mi tesoro me dijo riendo: “¡Se te va a aparecer el Diablo con tantas historias de terror!”.  Y a mis cuarenta y un años de edad, ni la cola ha asomado, que harto le he dedicado mi existencia a saborear estas obras.
     Por lo tanto me inicié leyendo al maestro (¡y pobre del que hable mal de él! ¡Que así lo pille Nyarlathothep!) con It.  Como ya estaba de vacaciones, me levantaba a leer como desenfrenado la novela en cuestión, casi ni salía para dedicarme a ello y fue entonces cuando creo que tomé la costumbre de ir de un lado para otro con mi lectura diaria bajo el brazo (durante un tiempo, gozaba con la idea de dar la impresión de ser todo un intelectual a los ojos de los demás, tras andar siempre con un buen libro).  Una vez por la mañana, antes de Año Nuevo (me acuerdo muy bien, pues iba a salir con una de mis hermanas mayores y mi mamá a comprarme ropa nueva para comenzar con la mejor tenida posible 1992), me encontraba cuidando a solas el negocio de la casa de la familia, cuando sonó el teléfono y  tan ensimismado que estaba en mi lectura, que di el tremendo salto.  No tengo claro cuánto me demoré en acabar It, sin embargo sí sé bastante bien que no estuve más de tres semanas dedicado a la novela, pues para finales de mes me fui a la playa y llevaba conmigo otros dos de mis regalos “kingnianos” conmigo.
     Harto ya he escrito sobre mi historia personal, con la novela a la que hoy quiero homenajear, poniendo de antemano que quienes leen este texto conocen de qué trata y si no la han leído al menos vieron la miniserie, que tampoco es mala (pese a que con muy poco presupuesto tuvo que adaptar tan compleja obra y lo hizo con más que dignidad)… ¿Pero de qué más trata esta famosa obra, aparte de los pocos datos que ya he dado sobre ella? Trataré de hacerle honores a su argumento, sin extenderme más de la cuenta.
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      Derry es una ciudad maldita, pues en ella cada veinticinco años aproximadamente suceden una serie de violentas muertas y las que son provocadas por un ser monstruoso, que puede tomar la forma del miedo de cada persona; por otro lado, esta criatura posee un aspecto con el cual se muestra a todo el mundo, el del payaso Pennywise, tanto o más espantoso que los temores de sus víctimas.  Por siglos este ser ha hecho lo que ha querido con la gente, hasta que en su ciclo de matanzas durante el periodo de 1957-1958, un grupo de niños (quienes se hacen llamar “El Club de los Perdedores”) se le enfrenta y llega a dejarlo herido como nunca le había sucedido antes.  Cuando los vencedores creían que It había sido destruido, ya adultos en 1985 ,se enteran de que el ciclo ha vuelto a comenzar y que son los únicos que pueden acabar para siempre con esta amenaza, aunque ello signifique recordar aquello que bien quisieron olvidar con todo su corazón y que por ello, su vida ya no volverá a ser la misma.
      Esta novela posee varios aspectos interesantes que bien merecen su propio análisis, pero la verdad es que este texto no pretende dedicarse a profundizar en la calidad literaria de It, si no en compartir con ustedes lo que significa este libro para mí, tanto dentro de mi corazón, como en mi memoria.  Pues este no fue solo el primer libro de King que leí en mi vida, sino que fue la primera obra de terror gore que tuve en mis manos.  Antes había tenido el honor de que fuera nada menos Edgar Allan Poe, quien me abriera las puertas del horror literario, no obstante su escritura es más atmosférica que extremista, a diferencia de muchos escritos de su sucesor (y también por una cosa de época, que es entendible). Claro, ya me había visto unas cuantas pelis y hartas, pero no es lo mismo el ejercicio de la imaginación apoyado por una buena narración, que limitarte a ver las imágenes que “todo el mundo” contempla en una obra audiovisual: pues lejos tu propia cabeza puede ser el mejor medio para las más grandes ficciones (por eso mismo digo con conocimiento de causa, que no necesito de drogas y alcohol para fantasear, que yo mismo soy mi psicotrópico).   Pues siguiendo a lo que significó para mí, encontrarme con todos los horrores de este libro, mi mente se vio forzada a aumentar su dosis de maravilla, algo que ese mismo año solo puede igualarse a lo que me pasó cuando tuve mi inicio en la lectura de Isaac Asimov (gracias a sus novelas El Sol  Desnudo y El Fin de la Eternidad).
      No sé si en realidad me impactó, no obstante sí me costó entender a tal edad (a los dulce dieciséis) la “polémica” escena de sexo infantil y en la que los heroicos protagonistas, terminan con su vida de niños tras haberse deshecho (según ellos creían) de su enemigo.  Por años me quedó rondando el verdadero significado de tal parte del libro.  Solo ya muy entrado en edad y no hace mucho tiempo, le comenté esto a mi amigo Mauricio Tapia, el mismo de los blogs La Quinta Anormaly Escritos al Lotijuai y gracias a sus palabras pude iluminarme mejor (es que la verdad, siempre encontré demasiado chocante y hasta de mal gusto del propio King, tal curso de los acontecimientos) “Fue necesario para madurar luego de todo lo que pasaron”, algo así fue lo que me respondió el Pelado. Bueno, no tiene por qué gustarte todo lo de tus ídolos (ojo, que aún no le perdono su desastroso final de La Torre Oscura).


     Debe haber sido durante el mes de febrero de 1992, aún en plenas vacaciones de verano, cuando en uno de los videoclubes donde alquilaba mis cintas, me encontré con la miniserie de It ¿Podría decir que fue casi orgásmica mi dicha? Pues no me alcanzaba el cuerpo para albergar tanta alegría, ya que tenía todas mis esperanzas cifradas en tal adaptación, que como falto de experiencias, aún juraba que me iba a encontrar con la traslación 100% de lo que yo había leído y me había imaginado…Así que lo primero que sentí fue la más absoluta decepción.  Ya que como luego aprendí con el paso del tiempo, ello es imposible y sin embargo lo que más logré valorar de esta igual querible versión para los de mi generación, fue la formidable actuación de Tim Curry, como un Pennywise realmente aterrador.  Su manera de decir la cita que lo inmortalizó para millones en todo el mundo de “Todos flotan y tú también flotarás con nosotros”, es para muchos y entre mis amigos ñoños (aquellos que llamo con todo mi amor “mis amigos históricos”) tanto o más significativa en nuestras reuniones y charlas que los famosos “Larga vida y prosperidad” de Star Trek y “Que la fuerza te acompañe” de Star Wars.
      Tuve que verla de nuevo varias veces, a medida que iba creciendo y haciéndome menos ignorante (y quizás de igual modo más sensible), como para que llegara a apreciar con todo su valor esta miniserie; de este modo pude valorar el resto de sus actuaciones, el ingenio con el cual dramatizaron varios de sus momentos más sobrenaturales con tan poco dinero (ni siquiera llegaron al millón de dólares, cuando en aquel tiempo gastaban un millón y medio por un solo episodio de Star Trek: La Nueva Generación) y deleitarme en varias de sus escenas mejor logradas (ahora solo puedo citarles cuando los amigos se reúnen por primera vez ya adultos y comienzan a recordar, así como el precioso epílogo en el que Bill Denbrough, lleva en bicicleta a su comatosa esposa para ver si puede devolverla a la normalidad).
     Recuerdo a mi querida comadre Monka, la hermana de Mauricio, que por años tuvo en su pieza el póster de la edición en VHS, con el título de It, el Payaso Asesino.  Recuerdo que ya todo un adulto, en otras vacaciones de verano, cuando era un universitario, estaba con mi sobrino Alonso (quien a lo más debía tener unos doce años), viendo por enésima la miniserie y entonces llegó corriendo toda alegre su hermanita la Coté (que tendría como seis) a mi pieza… ¡Y tuvo la mal suerte de que justo en escena se veía en un primer plano a Pennywise, quien abría la boca para mostrar sus afilados colmillos! A la pobrecita le dio un ataque de llanto y se devolvió gritando de miedo a donde sus padres.  Mientras  tanto nos quedamos con Alonso muertos de la risa, de puro tontos que éramos.  Ambos ya pasaron la mayoría de edad hace rato y de vez en cuando nos acordamos con gracia de este episodio en nuestras vidas.
     It ha sido uno de los pocos libros de King que me he repetido (no así sus películas y miniseries, que en su mayoría me las he visto una y otra vez).  Ya me había titulado y trabajaba hace tiempo como profesor de Castellano, cuando (una vez más en vacaciones de verano, que por increíble que parezca, me parece esta época ideal para disfrutar al señor King), me reencontré con tan amada historia.  Por supuesto que esta vez la satisfacción de la lectura fue mayor, ahora que tenía mayores elementos intelectuales y vivenciales para mi apreciación estética. A veces mientras hacía bicicleta estática en el gimnasio, tenía entre mis manos el tremendo tomo y me ponía a leer de lo lindo el libro.
     Cuando me quedo esperando junto a otros (y en especial con mi igualmente queridísima amiga Cecilia Navia) la versión del año que viene de It, me regocijo en este recorrido por la memoria, que ha sido para mí emotivo y que ahora lo dejo en mi blog para quien quiera conocerme un poquito más.

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Esta fue la escena que asustó a la Coté cuando era una exquisita niñita.

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