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Así era en mis tiempos (novena parte): Las salas de cine.


I. El comienzo de todo.

    De niño solo asistí cuatro veces al cine y eso fue a principios de los ochenta y la última vez supongo que ocurrió a mediados de esa década prodigiosa.  Las dos primeras veces fuí con mis papás, primero a ver Alicia en el País de las Maravillas en la versión animada de Disney y la segunda El Barrendero de Cantinflas; en ese tiempo en Chile se estrenaban con bombos y platillos reposiciones, que los títulos mencionados ya eran pelis "viejas" en aquellos años y en ambas ocasiones me llevaron solo a mí (el muy regalón... y todavía recuerdo el miedo que me dio cuando antes de entrar a ver la cinta mexicana,  mi mamá preguntó en la boletería si los niños pagaban y es que pensé de dónde sacaría dinero para costearme mi entrada).
    La tercera vez acudí junto a mis hermanas mayores Kika y Ani, quienes nos sacaron a pasear a mi hermana menor Jenny, a mi hermana unos años mayor Mabel y a nuestra sobrina Cherie, más su humilde servidor, a ver nada menos que Furia de Titanes. El clásico filme con efectos especiales del maestro Ray Harryhausen, se estaba exhibiendo en el entonces sofisticado cine Santa Lucía, el único que había en la ciudad (no sé si existían otros de su tipo en el país) con el sistema de la pantalla curva y gigante de Cinerama (un antepasado del IMAX); definitivamente me aterré con los monstruos y en especial con el Kraken, que a los ojos de un niño por entonces parecía que iba a salirse para arrasar con el público.
     La cuarta vez también asistí en familia y esta vez la encargada de los pequeños fue mi otra hermana Mirtha, aunque ahora los niños éramos solo los hermanos Jenny, Mabel y yo.  El largometraje elegido fue La Ratoncita Valiente, que en la escena cuando le salen una especie de poderes con rayos y cosas así, también me dio algo de miedo (aunque esa vez no me tapé los ojos, ni grité).
      Tuvieron que llegar los noventa para que por fin pudiera comenzar a ir al cine, ahora con cierta regularidad cuando aún escolar (si bien en la enseñanza media), ya tenía mayor independencia y permiso para asistir con amigos y hasta solo.

II. Cómo funcionaba todo antiguamente.

     Me habría gustado haber disfrutado más de los cines en los ochenta, que me perdí tanto y solo gracias a lo que me han contado mis amigos puedo hacerme una idea de sus maravillas (todo con un extraño sentimiento de nostalgia por algo que apenas conocí, pero que igual forma parte de mi vida pasada y querida).
      Les voy a habar de cómo eran las cosas acá antes de las salas en malls y con tecnología avanzada como las de ahora.  Para ordenarme en mis ideas, voy a enumerar punto por punto, así me aseguro de que no se me escapa algo de estas remembranzas.


1. En primer lugar algo normal de las exhibiciones, era que fuesen rotativas, o sea, uno pagaba por su entrada y podía repetírsela todas las veces que quisiera el mismo día.  Esto permitía que si uno llegaba atrasado a una función, entraba no más cuando ya llevaba un rato dándose la peli y luego se quedaba para ver lo que le faltaba y seguir en un ciclo continuo si se le daba la gana.

2.  Para ver una película estreno y en especial los verdaderos blockbusters, se debía hacer fila y esta podía incluso abarcar cuadras, ya que no había preventa, ni reservas telefónicas. Se podía pasar horas "a la cola" y si se era pudiente podía ahorrarse el tiempo de espera, comprándole a los revendedores las entradas que ignoro qué tanto subían el costo de estas (al respecto, nunca voy a olvidar las más de 5 horas que estuve esperando para ver junto a mis hermanas Jurasic Park, justo al comienzo de las vacaciones de invierno y que al final no pudimos ingresar porque nos choreamos de tanto estar de pie y perder el tiempo... que menos mal ese día no llovía).

3. Asimismo, solo unas pocas salas te hacían escoger tu asiento antes de comenzar la función, así que era todo un engorro cuando entraba la gente en tropel a la sala y prácticamente debías luchar por el mejor asiento en el caso de que fuesen muchos los que estaban adentro... ¡Imaginen lo complicado que era si más encima habías asistido en grupo!

4. Para entusiasmarte con la dichosa cinta al estar en las dependencias del cine, en sus paredes exteriores habían unas pequeñas vitrinas dentro de las cuales ponían bellas fotos de la obra, en calidad fotográfica con el propósito de que diera más gusto apreciarlas (mucho deseé tener algunas de ellas y me imaginaba cómo adquirlas).

5. Habían expertos que reproducían en tamaño gigante los afiches de los largometrajes, pintados a mano y con colores tan vistosos, que cuando mirabas estos lienzos puestos sobre un armazón de madera encima de la entrada de los cines (en el caso de los más gigantes) o en los pasillos y puertas, quedabas deslumbrado.  Era un arte y una disciplina que extraño, lamentando se haya perdido y me pregunto qué fue de quienes las hacían y cómo fueron sus vidas una vez que no los necesitaron más para ello (¿Quedarán todavía algunos de aquellos bellos cuadros rescatados del olvido y la destrucción?)

6. Cuando las pelis ya llevaban su buen tiempo en cartelera, se llevaban a los cine dedicados a exhibir programas dobles y triples; algunas veces juntaban más de un título del mismo género u otras veces era una mezcla bizarra de un estilo y otro. Por mi parte, tuve la suerte de disfrutar hartos de esos espectáculos, que lo mejor era que tenían el formato rotativo y por muy poca plata uno se daba todo un festín.

7. En los programas dobles antes de una peli o entre medio de una y otra daban El Mundo al Instante, unos interesantes documentales alemanes de curiosidades europeas y también cartoons como El Pájaro Loco o Droopy(al menos de lo que yo recuerdo haber visto).



8. El antiguo formato del Cine 3-D con las gafas que llevaban una lámina roja y otra azul, una distinta para cada ojo, ya había pasado su etapa de gloria hace rato; sin embargo, en 1992 pude darme el gusto de ver la única cinta con ese recurso y que fue La Muerte de Freddy, que aún me fascina.  La manera de cómo hoy en día se utiliza esta tecnología más avanzada no me gusta mucho, que ya no se privilegia la idea de las imágenes que parecieran salir de la pantalla, sino que cómicamente es todo al revés: primar la profundidad de las escenas.

9. Antes existían los llamados "cines de barrio", salas más pequeñas que exhibían reestrenos y también programas dobles y triples.  Siempre quise ir a uno y estuve a punto de asistir al de Cartagena durante unas vacaciones de verano, que teniendo el dinero al final desistí y ello me penará por siempre (siendo ese mismo un lugar del cual mi querido amigo Miguel Acevedo tiene bellos recuerdos y hasta escribió un libro al respecto).  De más chico a veces pasaba por el que se encontraba en la calle San Pablo y uno en una pequeña galería en Estación Central, como otro que estaba en un "caracol comercial" en el paradero 17 de Gran Avenida; locales afuera de los que me paraba para contemplar con deseo los afiches que ponían, dentro de esos carteles que se abrían por ambos lados y que los protegían con un vidrio (no se me ocurre una palabra más exacta para definirlos, sorry).   Como era muy chico cuando funcionaban, nunca me aprendí sus nombres. Los que no demolieron, fueron transformados en  discos, clubes nocturnos, tiendas o iglesias evangélicas.

10. Otros cines se transformaron luego de la decadencia de las viejas salas y la llegada de las cadenas internacionales, en salas porno.

11. Por cierto, al Cinerama solo volví a ir una vez y eso fue en 1992 para ver junto a mi cuñado Fabián (uno de mis compañeros habituales al cine de mi época de liceano, que además como tenía plata si no me invitaba al menos me compraba algo rico para comer) nada menos que El Hombre del Jardín, supuestamente basada en el cuento homónimo de Stephen King; un muy buen filme de ciencia ficción, pero que vendieron de manera engañosa como una adaptación del llamado Rey del Terror.

12. El Centro de Santiago estaba lleno de salas de cine de todo calibre, entre las más topísimas y con mejor calidad de imagen y sonido, las de "medio pelo" y las que no se habían renovado, aunque daban o bien cine-arte o bien los populares programas dobles y triples.  Dentro de los mejores, recuerdo con un gran cariño el más ostentoso de todos: el Gran Palace, una sala gigantesca que opacaba a todas las demás y donde fuí a ver muchas de mis películas favoritas; posteriormente fue transformada en multisala perteneciente a Chilefilms (compuesta de 4 salas), para competir con las empresas extranjeras que llegaron a instaurar su imperio... Fue en esos últimos años que se puso al lado un local de la cadena Bravissimo, que tanto me gusta y entonces era costumbre con mis amigos antes o después de la peli pasar a comer algo rico. Para pena de los cinéfilos como yo, desaparecieron casi todas estas salas y hasta Hoyts cerró dos de sus dependencias, siendo la clausura que me dolió más la del Paseo San Agustín, con la que comenzó la era de las multisalas modernas a finales de los noventa (su "deceso" fue hace como dos años ya) y que visité hasta con mi mamá y mi sobrinito Amilcar.

13. Era muy habitual en lugares del "tercer mundo" (¿O tal vez también en los llamados "países desarrollados?), que se exhibieran telefilmes como todo un producto hollywoodense de alto prestigio; fue así cómo llegó acá el piloto de la serie original de Galactica a finales de los setenta y en los ochenta se dio Shogun, cuando aún se estaba dando en la tele.

14. Por otro lado, en una época en la que yo aún era muy niño o bien no tengo mayores recuerdos al respecto, salvo lo que me han contado mis amistades, se exhibían hartas animaciones japonesas (no series, si no que animés realizados para los cines nipones y verdaderas joyas, por cierto); lo mismo que mucho kaiju, que incluso a fines de los setenta para aprovechar el estreno de la versión de King-Kongproducida por Dino de Laurentis, algunos distribuidores nada de tontos trajeron para estos lares antes de la superproducción gringa, la entretenida King-Kong se escapa.

III. El cine hoy.

    Ahora que seguimos con esta pandemia y pese a ello se está levantando poco a poco la cuarentena, todavía es incierto cuándo vuelvan a abrir los cines; como también no sabemos en qué condiciones funcionarán, mientras no haya una vacuna contra este bicho desgraciado. Un montón de títulos proyectados se retrasaron y en el caso de muchos ya tienen nueva fecha para el año que viene.  Mientras tanto nos queda extrañar estos lugares y recordar los mejores tiempos, cuando lo que he contado era parte de la vida de uno, todo era más sencillo a los ojos de un niño o alguien más joven y todavía "el mundo no se había movido".



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