El estreno de la primera temporada de American Gods, sobre la novela homónima de Neil Gaiman, significó para un montón de gente encontrarse con una de las mejores series de fantasía para adultos; más encima, la mano del autor que inspiró esta adaptación se veía claramente, al continuar los guionistas la senda de una historia compleja, llena de aristas y, lo más importante, con esa belleza poética que solo alguien como este inglés sabe otorgar a sus títulos. Luego de solo 8 episodios y un final rupturista, cargado de tantas emociones, sin dudas sus seguidores nos quedamos esperando con ansias su regreso.
...Y llegó la segunda temporada, anhelada con altas expectativas, la cual en verdad no tuvo un comienzo malo, pero que con su desarrollo fue perdiendo fuerza y desinflándose. Además, no solo tuvo una baja de nombres importantes entre sus filas, como algunos de sus showrunners responsables de mantener la calidad del programa, sino que entre sus mejores artistas se fue la adorable Gillian Anderson y quien personificó antes a una despampanante Nueva Diosa de los Medios.
¿Se acuerdan de esos emotivos e impactantes comienzos de los capítulos, sobre el pasado de los Viejos Dioses y sus adoradores? Pues esta vez no hubo ninguna referencia a ellos, razón por lo cual los interesantes flashbacks solo estuvieron relegados a unos tres episodios en concreto y hay que reconocer que al respecto uno de ellos fue lejos el mejor capítulo de la segunda temporada (al menos para este humilde servidor, lejos lo mejor de esta decepcionante segunda temporada). No obstante los responsables de continuar con ello, fueron incapaces de seguir dentro de esta vertiente.
En cuanto al argumento, la serie siguió las aventuras del guapo Shadow Moon y su camino junto a Wednesday (que sé es un hijo de puta, no obstante es imposible deje de caerme bien, gracias al carisma con el cual lo interpreta Ian McShane), junto a un grupo de otras deidades y seres sobrenaturales, en la antesala de la guerra contra los irrespetuosos Nuevos Dioses.
Entre las divinidades que ya conocimos, potenciaron a una trinidad de ellos, todos de origen africano: la misteriosa y lujuriosa Bilquis, Ananzi (que, lo siento, me parece acá demasiado amargado a diferencia del amable y gracioso dios araña, que describía Gaiman en su novela y en la otra que le dedicó, justamente Los Hijos de Ananzi...A menos que mi memoria me falle) y al sabio dios egipcio Jacquel, acá todo un caballero. Claro que salen otros de los suyos que ya vimos con anterioridad, así como aparecen unos cuantos nuevos, destacando entre ellos nada menos que Kali, la diosa india de la destrucción.
Con respecto a los Nuevos Dioses, el Señor Mundo sale mucho más que en la primera temporada y está lo suficientemente bien caracterizado por Crispin Glover, como para llegar a caernos cada vez más mal. Por igual el despreciativo Chico Técnico, es otro que no despierta simpatía y ello pese a que en determinado momento de la temporada, se nos "humaniza" al mostrarlo llegando a tener un vínculo con un humano. Solo la nueva encarnación de los Medios, logra provocarnos algo de atracción (y en especial entre los más ñoños y otakus de la casa, puesto que esta vez es representada como una joven japonesa moderna, con todo lo que ello significa para este pueblo hoy en día).
Al menos Mad Sweeney sigue siendo un personaje agradable, cuyo pasado sigue esbozandose en esta ocasión y el cual continúa con su especial relación con Laura Moon, la esposa muerta revivida de Shadow Moon (fémina que destaca como el mejor protagonista de su género de la serie).
Por otro lado, se potenció el personaje de Salim, quien representa dentro de la serie al hombre común y al creyente, encontrándose este en medio de un montón de seres y poderosos a los que siendo dioses no venera, puesto que él es un monoteísta (en otras palabras, también representa al hombre moderno, enfrentado al mundo antiguo y aún así manteniendo para sí una estrecha relación con la tradición religiosa de la cultura de la que proviene (o sea, el tema de la fe visto como dogma y como otorgador de un sentido para la vida).
Para terminar, no dejo de afirmar que el programa bajó su nivel de violencia y erotismo (más encima, los personajes gay de la serie ahora solo se limitaron a darse una pura vez un beso...y eso). Pero lo que más me duele, es que este show perdió espectacularidad, esa grandilocuencia poética que lo caracterizó en su debut y que si no vuelve junto a otros elementos hoy echados de menos, lo llevará a su pronto fin o a la mediocridad absoluta; cabe mencionar que la segunda temporada bajó considerablemente su audiencia, así que si no vuelve a su sendero, lo más probable es que no pase de la tercera temporada (si es que se llega a hacer esta, claro).