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Esta es la misma portada del primer libro en la lista que comparto hoy con ustedes y nadie puede negar que en materia de estética era harto fea. A todos esos grandes amigos con los que he disfrutado tantas veces la belleza de un buen libro y de una excelente historia. Si me tienen que crucificar por mis "pecados de omisión", que sean ellos por saber mejor que nadie de esas meteduras de pata mías: Marta González, Ledda Gaete, María Elena Francovich, Cecilia Navia, Valeria Quintela, Juliana Lee, Karla Karrizo, Julio Pichuante, Bernardita Díaz, Rosita Sepúlveda, Marcelo Brito, Miguel Acevedo, Marcelo López, Iván Piñeyro, Leonardo Navarro, Ricardo Ruiz y Luciano Ortega. |
Ya es el momento de abrirme otra vez a ustedes, contándoles de otros “espantosos”pecadillos de omisiónde su servidor…
Harto que me gusta la obra de Clive Barker, desde que siendo un adolescente tuve el gusto de ver Hellraiser(por estos lares Puerta al Infierno) y esta se transformó en uno de mis filmes de horror favoritos. Lamentablemente el inglés, al que Stephen tan elogiosas palabras le dedicó cuando publicó sus rupturistas cuentos gore de los Libros Sangrientos, apenas ha sido traducido a nuestra lengua y por esa razón atesoro cada texto suyo que logro conseguir. No obstante me he portado bien mal con este, pues me he perdido en 3 ocasiones la posibilidad de adquirir más obras suyas y hoy en día esas faltas me pesan sobre la conciencia bastante (¡Qué exagerado, je!). El primer libro de este señor que me perdí de tener conmigo, corresponde nada menos que a su tercera novela, Sortilegio, otro de esos valiosos textos que nunca más volví a ver. Un día, allá por los noventa, estaba en mi librería favorita, la Chilena, cuando casi escondido en una de sus estanterías estaba el único ejemplar de esta “fantasía oscura”, en una edición de bolsillo. Yo ya hace rato que conocía a su autor, como bien les habrá quedado claro, así que me puse muy contento con ello; pero había un problema, la portada estaba doblada:
- ¿Les quedan más de este libro?- Pregunté esperando una respuesta afirmativa.
- No.
Creo que de mis pecados de omisión,este es uno de los que más me remuerden la conciencia, porque dicha obra nunca más fue sacada en nuestra lengua y está considerada entre lo mejorcito de su autor. Al menos aprendí a no volver a despreciar un libro “por su tapa”.
La segunda vez en que le hice un “desaire” a Barker, fue con una hermosa edición en tapa dura de su primera novela más o menos infantil, El Ladrón de Días, con ilustraciones suyas. Aquella vez andaba yo por San Diego (famosa calle de Santiago de Chile, famosa por tener un montón de librerías, dedicadas a la venta de textos nuevos y usados), cuando me pasé a una tienda que tenía un montón de títulos que me interesaban, cuando me sucedió lo que ahora les cuento. El tomo estaba impecable, sellado aún y muy barato… ¿Qué excusa tuve para no apropiarme de él? La verdad es que, a menos que me equivoque, parece que fue por el hecho de que no se trataba de una narración de “terror puro”… ¡Qué estupidez la mía! Y lo que más rabia me da conmigo mismo, es que tuve muchas oportunidades para comprarlo, si bien en la versión del mismo tamaño, aunque en tapa blanda (Más encima se lo compré a un amigo que tenía en esos años, para su cumple a manera de regalo, en vez de dejármelo para mí; pues el muy gil, que decía admirar también bastante al escritor, no fue muy expresivo que digamos, cuando recibió su obsequio que con cariño le hice. Aquellos que comparten conmigo desde tales fechas, si es que se dignan a leer este post, a ver si lo reconocen).
La tercera vez en que me porté mal con ya saben quién, no fue hace mucho, sino que ocurrió tan solo el 2017… ¿O fue el 2016? Como no me cansaré de decir, llevo rato ya lamentando que los editores hispanos no se interesen en sacar nuevo material de Clive Barker o de reeditar textos más antiguos suyos. Y sin embargo, cuando tuve la suerte de encontrarme en más de una ocasión con la preciosa versión al castellano de Arabat, no la compré, porque al parecerme demasiado cara, preferí pillarla a un precio más barato… ¡Y, sin embargo, me gasto lejos mucho más plata en cada uno de los tomos inmensos Omni Gold Panini Marvel, que desde el año pasado llevo coleccionando con avidez! La verdad es que no he buscado en las tiendas esta obra (pues siempre la vi solo por azar en mis viajes), que también nos llegó acá su continuación. Me comprometo con mi próximo sueldo solucionar esta mala decisión y ojalá no tenga que arrepentirme, otra vez, de mi torpeza.
Mi escritor favorito es, como bien saben, Stephen King y el segundo en la lista Orson Scott Card, de quien ahora mismo estoy gozando una de sus sagas…Y el tercero, podría ser (que igual me cuesta decidirme con tanto/a escritor/a, que me seduce demasiado a la hora de disfrutar de sus ficciones), don Robert McCammon. A este gran artista no lo he leído tanto como quisiera, que más injustamente que Barker, no ha sido tan traducido al español, como tampoco han sacado ediciones más recientes de sus viejos títulos. Sin dudas mucho más talentoso que Clive Barker e incluso superior literariamente que Stephen King (tengo que ser sincero), los pocos libros que tengo de él, los he disfrutado como verdaderas maravillas de la prosa de los géneros del terror y la fantasía…
Estaba en mis primeros años universitarios, en lo que llamo con cariño y nostalgia mi Edad Dorada, cuando comencé a comprar con el poco dinero que tenía libros y colecciones de otros autores. En la calle San Diego, de la que ya les he contado, específicamente en la Plaza Diego de Almagro, donde hay varios kioscos dedicados al fino mercadeo de literatura, había en una esquina un puesto en el que un caballero muy amable vendía a precios insuperables libros de los que a mí me interesan. Muchos volúmenes adquirí ahí, gracias a sus ofertas y nunca voy a olvidar que el vendedor (y dueño) me mostró el inmenso tomo que era El Canto del Cisne,en su edición de la colección Gran Super Terror de Martínez Roca. Fue así que me lo recomendó, dejándome claro que si tanto me gustaba King, no podía dejar de tener y leer ese título del cual solo tenía un ejemplar. Ni siquiera en la revista Fangoria, que coleccionaba en aquel entonces, había tenido noticias de ese escritor y nadie más me lo había señalado como “digno de mi atención”. Como ya lo he dicho, era muy ignorante en mi juventud (y ahora espero serlo menos) y solo gracias a los amigos que fui haciendo, de los que he aprendido mucho a través de tantas constructivas charlas, he aprendido a valorar consejos como el que me dio ese señor. La novela en cuestión, que ganó el Premio Bram Stoker y fue nominada a varios certámenes especializados, se cruzó otras veces más en mi vida, hasta que desapareció por completo del mercado en estos lares y, luego de que ya supe de qué gran pluma era la suya, se convirtió en otro de esos libros que hoy me “penan”.
Nunca olvidaré que en muchos puestos de la calle San Diego en los noventa, habían montones de libros apilados, a veces en plena calle dentro de una caja o sobre una lona, con valores tan rebajados, que parecían regalados. Muchos de esos textos correspondían al de una editorial que creo ya no existe, Atlántida (de Argentina, a menos que me equivoque). Eran tomos en tapa blanda, pero de esos grandotes y entre estos habían dos trabajos de Mc Cammon, Zephyr, Alabama (en realidad titulada en inglés como The Boy´s life) y que en español también se encuentra con el sensacionalista nombre de Muerte al Alba, que años después tuve el honor de comprar, prácticamente, de sorpresa un día de camino a mi casa tras salir del trabajo (y que me emocionó bastante cuando llegué a leerlo); el otro correspondía a Huida al Sur, cuya portada me gustaba mucho. Estaban ambos tan baratos, que hasta un universitario como yo, que no trabajaba y vivía de la buena voluntad de sus padres, podía desembolsar el dinero sin problemas. No obstante eran los tiempos en los que todavía ni siquiera me había leído al menos un cuento suyo, así que no tenía idea de lo que me estaba perdiendo. Al final siempre me gastaba la plata en algunos de los autores que ya ubicaba o que por medio de la mencionada Fangoria,había llegado a interesarme.
Hubo una época en la que como una vez ya conté en otra de mis entradas para el blog, intercambié unas cuantas películas en DVD con mi amigo Ricardo Ruiz, creador y editor de la prestigiosa revista virtual Insomnia, mandándonos títulos clonados para completar nuestras respectivas colecciones privadas, desde un lado de la cordillera a otra. Eran tiempos del Messenger (mucho antes del “Feisbuk” y del “Guasap”, al menos para mí), y vez que pillaba conectado a RAR y este se encontraba lo suficientemente desocupado como para poder entablar una charla, nos dedicábamos a ello con harto regocijo por mi parte. Un día Ricardo me dijo que estaba barato por allá El Príncipe de los Infiernos (Baal), así que si quería me lo podía mandar, a lo que le respondí sin dudarlo que no era necesario, que ya lo hallaría en mi tierra. ¡Qué equivocado estaba! Ese libro, así como otros más suyos nunca tuve la suerte de pillar, que más encima el propio autor decidió sacarlo del mercado junto a otras 3 de sus primeras novelas, por considerarla de poco valor estético ¡Cómo puede pensar eso, si Sed de Sangre y El Buque de la Noche,que están entre este despreciado grupo de libros suyos, son verdaderas joyitas! Espero que el autor recapacite, que bien podría “mejorarlas” al menos o tal vez algún día en un futuro este texto sí llegue a mis manos (igual me parece que esta normativa suya, no se aplica a traducciones a otras lenguas, como lo que sucede con Rabiade Stephen King, quien decidió sacar este libro de circulación por sentirse responsable, en parte, de unos cuantos tiroteos en colegios perpetrados por estudiantes desquiciados y que supuestamente fueron influenciados por tal obra).