Hace rato ya que quería escribir esta entrada, que incluso a más de uno de mis amigos les había hablado de tal proyecto. Es así que aprovechando que estoy con licencia médica, que tengo “todo el tiempo del mundo” (que tampoco esto es tan cierto esta vez, porque he tenido que ir casi todos los días al Centro de Santiago, a hacerme la terapia de kinesiología debido a la parálisis facial que me dio y que, gracias a Dios, le he ido superando) y deseo cumplir con mi cuota de 8 post mínimos por mes, que me dispongo a llevarlo a cabo.
Con seguridad lo que les voy a contar le ha pasado a más de uno entre ustedes, que yo sé con seguridad que a mis íntimos ya les ha tocado pasar por este tipo de situaciones y que para el orgullo de un coleccionista como uno, pesa bastante sobre la conciencia.
Dentro del Cristianismo (o tal vez solo en lo que concierne a la fe católica) un pecado de omisión corresponde a la falta de una acción positiva por parte de una persona, quien por pereza, vergüenza u otra razón no la ha llevado a cabo y por ello ha perjudicado a otro por su inacción (como cuando podemos hacer solidaridad y no la realizamos). Pues sucede que hace años como ñoño recalcitrante, me dio por llamarle así a toda vez en que “de puro tonto”, por ignorancia en un principio, que luego ya más “viejo” para ser justo ya sabía bien lo que hacía (o no hacía), perdí la oportunidad de adquirir una verdadera joyita para mi colección y mi disfrute. Esto por lo general me ha sucedido con libros y más encima con buenos títulos, hoy en día escasos, que cuando pienso en ello… ¡Me remuerde la conciencia! Se trata de obras que en realidad ya no están por estos lares y si uno las pilla por ahí, están a un precio exorbitante. Más encima, para que sea un verdadero pecado de omisión,tuvo que pasar que uno en ese momento contaba con el dinero suficiente como para desembolsar el dinero exigido para su venta, que además no se trataba en el mayor de los casos de mucha plata y aun así uno se nubló y se dejó llevar por su estupidez.
Voy a contarles sin tapujos, con humildad y como todo un acto de penitencia (o de liberación) de algunos de mis pecados de omisión.
Era un adolescente en aquel entonces, durante los primeros años de los noventa en el siglo pasado, cuando llegó hasta mí el nombre de Isaac Asimov, como uno de los grandes escritores de ciencia ficción. Si Stephen King fue mi obsesión en lo que a terror literario concierne, el llamado “Buen Doctor” llevaba la delantera en la también conocida como ficción científica, incluso más que Ray Bradbury, quien desde antes se había hecho valioso para mí. Pues resulta que por esos años salió una colección del género a muy bajo costo, que incluso se vendía en los kioscos y en los supermercados: Me estoy refiriendo a la Biblioteca de Oro de la Ciencia Ficción de Ediciones Orbis. Se trataba de unos tomos azules de tapa blanda y hermosas portadas surrealistas, aunque con unos empastes malísimos y que si abrías mucho el libro se le salían las hojas (como al tomo que presté de Fahrenheit 451 a una compañera del colegio, de pura buena onda que soy). Es así que tuve la oportunidad de comprar muchos de sus títulos, que eran más de 100 y a precios en verdad irrisorios… ¡Y no lo hice! ¿Por qué razón? Porque no eran de Asimov (aunque se encontraban varios de sus trabajos en tan noble listado). Años después, ya en la universidad, menos tonto que antes, compré como loco casi todo lo que me llegó a las manos de estas ediciones; sin embargo, ya no había mucho para regodearse. Lo más gracioso, es que comencé a soñar con verdaderas orgías de comprador compulsivo de mi parte de ejemplares de la Biblioteca de Oro; tipo de sueño que de vez en cuando vuelvo a tener, ahora con otras obsesiones consumistas mías.
Clark Ashton Smith es uno de los autores del círculo lovecrafniano que más venero y al que no obstante apenas he leído. Este señor que ayudó con sus escritos pulps a darle forma a los hoy importantes Mitos de Ctulhu, amigo epistolar del “Soñador de Providence” Howard Phillips Lovecraft, apenas es traducido al español y solo de vez en cuando uno encuentra algunos de sus relatos en antologías, compartiendo páginas junto a otros maestros de la narración terrorífica. Y no obstante, pese a saber de la calidad de sus escritos, la única vez en que tuve la oportunidad de comprarme un libro por completo de su autoría, la colección de cuentos Hiperborea. no lo hice. Más encima, el precio era una ganga, tratándose de una preciosa edición de bolsillo, con una portada magnífica, que imitaba los tomos de bolsillo gringos. En la actualidad la prestigiosa editorial española Valdemar (de las que ya les he hablado en ocasiones anteriores) tiene varios títulos publicados de este artista, no obstante, no llegan acá a Chilito o apenas lo hacen se van rápidamente, que los costos además son exorbitantes (pero igual pagaría por ellos…creo).
Tanto que digo que el ya citado Stephen King es mi predilecto, que me jacto de ser un “especialista” en él y pese a ello tengo un asunto pendiente con el titulado Rey del Terror. Resulta que su colección de novelas cortas Las Cuatros Después de la Medianoche, en el presente o bien apenas se edita por estos lares o bien los muy hideputas lo sacan dividido en 2 tomos, razón por la cual resulta más difícil (y más oneroso para el bolsillo) completarla. Sucede que cuando ya estaba trabajando, ganándome mi platita que podía gastar en muchos lujos y gustos que sin dudas “uno se merece por matarse laburando”…y más por estar pasando a veces rabias con los “cabrochicos” en el colegio, un día me encontré con una versión a la lengua de Cervantes de este tomo. El libro tampoco estaba a un valor excesivo y yo hace rato que le tenía ganas…Empero como no me gustó su portada “demasiado minimalista” (que a veces los editores españoles caen en ese afán ridículo de dárselas de serios y obvian una bella ilustración, porque creen que le quitará verdadero valor artístico al libro), no me lo traje conmigo. Y es que yo quería conseguirme otra edición de la misma obra que había visto por ahí, “más bonita” según yo; de ese modo me fui al carajo, que luego cuando me arrepentí ese único ejemplar ya no estaba y, nunca, nunca más nos llegó esta colección suya de manera integral a esta país que es el culo del mundo.
¿Y tú tienes alguno de estos pecadillos?
¿Y tú tienes alguno de estos pecadillos?