Desde la fatídica fecha en que lo despedimos de este mundo, en enero de 2015, que no leía a Pedro Lemebel. Fue así que a manera de homenaje personal a este valioso artista nacional, sui generis y ave raris dentro de nuestra letras, repasé su colección de crónicas La Esquina es mi Corazón. Y ahora en el presente por fin me he reencontrado con él, tras dedicarle el tiempo a otra de sus obras del mismo estilo (en su mayoría), en este caso Adiós mariquita linda (2004) y, tras terminarlo hace un par de semanas, ahora recién puedo compartir mis impresiones al respecto.
Esta recopilación de sus textos híbridos entre las memorias, la narración periodística y el lenguaje más lírico y también visceral (o coprolálico), resulta ser bastante particular al comparársele con el resto de sus libros. Pues por un lado incluye un (más o menos) extenso texto narrativo, a manera de intento suyo de novela (autobiográfica en todo caso, como buena parte de su prosa), también incluye una cuantas cartas de su autoría a diferentes destinatarios y hasta agrega unas algunas fotos (unas más artísticas que otras) de diferentes periodos de su vida.
El lector que ya conoce su estilo, leivs motivs, temáticas y obsesiones, que convierten a la literatura de Pedro en la voz representativa de todos esos personajes de la vida real y que al menos en Chile hasta antes de él, apenas habían tenido oportunidad de hallar un sitio en nuestras letras, no deja de encontrarse con sus travestis, jóvenes prostitutos y marginados de bajo estrato social. Lemebel se identifica con todos estos seres reales, pues los conoció en profundidad, compartió con ellos y en lo que concierne a sus propias experiencias, pasó por varias de sus mismas vivencias.
Por lo tanto tras haberle leído con antelación y elegir mi continuar en la profundización de su pluma (que en materia de homosexualidad este concepto- pluma – pareciera un juego de palabras), no tenía razones para impresionar con el estilo “sin pelos en la lengua” de este escritor. Y sin embargo tal repaso por tal volumen, me hizo recordar algo que ya me había sucedido con el texto anterior: que por mucho que lo admire y me guste su escritura, tanto “Lemebel” me cansa, pues estamos hablando de alguien con quien difícilmente comparto muchos intereses ¿Será acaso que su parecido con el proselitismo por su estilo de vida, hasta cierto punto distinto al mío, me provoca anticuerpos? No hay que olvidar de que estamos hablando de una existencia muchas veces al borde del frenesí, algo que no es difícil considerarlo como autodestructivo. Su gusto por los muchachos jóvenes callejeros, por el alcohol y la marihuana en exceso (que muchas veces consumía como antesala a otros placeres), además de su defensa de la misma marginalidad, bien choca con mi propia manera de ser. No soy un santo y poseo mis propios vicios e historias propias, que me reservo como mucha gente, empero aún así veo a alguien como Pedro y me encuentro con una persona que en puntos claves me distancia de él…Y sin embargo escojo dejar de lado estas diferencias y valorar en él su valentía y convicciones, que hay que tener cojones para tantas cosas que hizo.

En general los textos que comprenden este volumen no pasan de las 5 páginas, en los que abundan las descripciones homoeróticas y el garabateo, pero también un profundo lirismo que convive con todo esto, pues la lengua como idioma no deja de perder su belleza en el lenguaje coloquial y callejero que rescata Lemebel. Como en la vida real, de la que se nutren estas letras, hay momentos para la propaganda política (Pedro era un destacado comunista), la crítica social, la sexualidad (que la verdad abarca bastante de este tomo), el humor y la sublimidad. No todo el mundo podría llegar a apreciar la calidad estética de todo esto y más, que hasta para algunos de los que se consideran más tolerantes, puede resultar demasiado para sus preferencias (como me reconoció un querido colega también comunista); yo mismo debo “dosificar” mis lecturas suyas, para no terminar por agobiarme de ese mundo que me parece tan lejos y a la vez tan cerca al mío.
Por esta vez no me referiré a crónica por crónica o texto por texto, si no que he decidido comentar de manera somera esta obra en general, para no caer en lo mismo de siempre y hacer más ágil la escritura y la lectura de esta entrada. El libro está dividido según ciertos parámetros, que atienden a varios aspectos en la vida de Pedro Lemebel:
· Pájaros que besan: Compuesto por 5 crónicas basadas en las aventuras amorosas de un ya maduro Lemebel, con distintos jóvenes, para los cuales hay un diferente capítulo y donde resalta como nunca la dimensión más sexual del artista. Frente a la clara atracción homoerótica más animal, igual podemos hallar acá un lado más emotivo y hasta de romance maldito, condenado en su fugacidad y por la cualidad dispar de los amantes.
· Matancero errar: Por medio de este apartado asistimos a 6 viajes de Lemebel, ya convertido en un escritor consagrado a través de nuestro país, destinos por medio de los cuales el cronista retrata tanto la belleza de esta tierra y la de su gente, así como expone las huellas aún sin borrar de lo peor de nuestro pasado inmediato como pueblo (la dictadura de Pinochet en el impactante texto Volando en el ala derecha).
· Todo azul tiene un color: Su homenaje a Cuba, que comenzó la verdad en el último de los escritos agregados al apartado anterior, a través de una visita suya a esta isla. Lemebel no escatima en elogios para referirse a tal lugar y a su gente, donde fue invitado a participar de un importante evento cultural, en el cual se sintió a gusto. Sin embargo todo el carácter elegiaco de las 3 primeras crónicas, que forman parte de esta “tetralogía”, se contradice con lo que nos cuenta en El fugado de La Habana; en dicho texto nos cuenta sobre un amor imposible suyo, con un infectado de VIH y que nos revela la horrible existencia de sidarios en tal nación, donde mantienen obligados a sus pacientes a mantenerse lejos del resto de la comunidad…En otras palabras, el supuesto Paraíso que defiende tanto el autor no es tan Paraíso que digamos, si el derecho a la libertad está condicionado de esta manera.
· A flor de boca: Siendo más exacto en el plano literario, los 3 textos que forman parte de esta sección son más bien ensayos que crónicas y a través de las cuales descubrimos al Lemebel más culto y poético. En ellos aprovecha de sacar a colación nuestra identidad como latinoamericanos de habla hispana, mestizos y con una fuerte herencia indígena. Los textos que aquí se agregan no dejan de ser además una demostración de su pensamiento político, que intentó abogar por la defensa de los derechos de los pueblos originarios de esta zona del mundo.
· Chalaco amor (sinopsis de novela):Tal como dice su subtítulo a manera de explicación, se trata del escrito más “literario” que periodístico, de los que uno puede encontrar en este libro y en buena parte de la bibliografía de Lemebel. No obstante tampoco se aleja de sus acostumbrados tintes autobiográficos, puesto que corresponde a la narración acerca de sus aventuras (amorosas) en Perú, durante su juventud a principios de los años ochenta. El biotipo de hombre por el cual se sentía atraído Lemebel, queda más claro que nunca en este episodio novelístico suyo de sus años mozos.
· Bésame otra vez, forastero:4 cartas reales fechadas en distintos años de los noventa, breves, aunque cargadas de gran sensibilidad y nostalgia por parte de Pedro a otros 4 de sus jóvenes amantes y a los que no quepa duda de que llegó a amar.
· Adiós, mariquita linda (resumidero):En la última parte de esta colección el escritor agrega la “dichosa” coma del vocativo, al que me referí más arriba y lo que deja constancia de su propósito tanto rupturista lingüísticamente hablando, como de homenaje a esas canciones que tanto le gustaban. Acá hayamos 10 textos centrados en la homosexualidad citadina actual, de esta zona del mundo, en varias de sus facetas, desde lo más anecdótico y gracioso (Noche payasa y Un poquito de pintura para Bosé) a la misma crudeza de lo más marginal al respecto (Noche coyote y Ojeras de trasnochado mirar), entre otros interesantes aspectos a la luz de la mirada clínica del autor.
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Hermoso homenaje póstumo a Lemebel y basado en su propia iconografía personal. |