5.1- El Guionista.
Len Wein (Estados Unidos, 1948) es hoy en día toda una leyenda viviente en el mundo de los cómics, pues a lo largo de su carrera ha marcado tanto este mundo con sus personajes e historias, que sin dudas se encuentra en el reducido grupo de los artistas de este rubro que bien pueden ser considerados como los grandes constructores de mitos del noveno arte (codeándose con gente como Stan Lee, Jack Kirby, Bob Kane, Joe Shuster, Jerry Siegel, Steve Ditko, Chris Claremont, Alan Moore, Neil Gaiman, Frank Miller, Grant Morrison, George Pérez…). Pues si bien sus colegas que también intervinieron en este proyecto de Antes de Watchmen poseen un currículo impresionante, solo Wein ha conseguido crear personajes para las historietas que hoy en día están entre los mayores íconos del noveno arte (y que más encima son reconocidos por la gente que no lee este tipo de historias): la Cosa del Pantano (para DC) y Wolverine(para Marvel); por solo mencionar los más famosos.
Por otro lado, no se puede dejar de lado el importante detalle de que de todos los que estuvieron en la génesis de esa gran novela gráfica que es Watchmen, solo este y otro más volvieron a encontrarse con sus personajes en estas nuevas aventuras. Debe saberse que en aquellos años ochenta, el guionista hizo de editor, de modo que volver a contar con él y más encima para tres de los títulos de esta empresa, era sin dudas el guiño perfecto a la obra original que se respetaría en su esperada precuela.
A la hora de detenerse en la inmensa cantidad de títulos en los que ha trabajado, cabe mencionarse su experiencia en colecciones antológicas de terror, la que lo llevó a la feliz oportunidad de diseñar junto al también consagrado dibujante Berni Wrightson, al avatar del Verde (reino vegetal) conocido como la Cosa del Pantano. A mediados de 1971 ocurrió este hecho y desde entonces esta criatura de apariencia monstruosa, pero de gran corazón se ha convertido en uno de los estandartes de DC (con dos películas a cuestas, una serie de televisión de imagen real que sobrepasó los 70 episodios, su intervención en el más reciente filme animado de DC- Liga de la Justicia Oscura y hasta un cartoon para la pantalla chica, que lamentablemente solo tuvo 4 capítulos).
Posteriormente en 1974, ahora para Marvel, junto al dibujante Dave Cockrum diseñó a nada menos que Wolverine, quien apareció primero como uno de los tantos contrincantes de Hulk en la propia revista del monstruo. Al año siguiente, Logan, quien hasta hace poco había sido un agente del gobierno de Canadá (su patria), se unió a los X-Men en el también clásico Giant Sise Xen, también escrito por Wein. Pues debe saberse que la tendencia actual de poseer un reparto multinacional y/o multicultural, en las series sobre equipos, bien puede haber partido de esta idea del guionista, quien a través de este título tuvo la ocurrencia de integrar a nuevos mutantes a la academia del Profesor X. Es así que para dicha aventura tuvieron su debut los hoy en día famosos Coloso (de Rusia), Tormenta (de África) y Rondador Nocturno (de Alemania).
En cuanto a su trabajo relacionado con Hulk, para cuya colección estuvo escribiendo durante un tiempo, no se puede olvidar que realizó el argumento para uno de los episodios de la aclamada serie animada sobre el Gigante Esmeralda de los noventa y apareciendo en este justamente la criatura Wendigo (que recreó el artista sacada de la mitología aborigen norteamericana, para adaptarla a las historietas y siendo su estreno en las viñetas, justo cuando hizo también su aparición Wolverine).
De entre sus numerosas contribuciones para el mundo comiquero, tampoco se puede olvidar que gracias a él su colega George Pérez comenzó su etapa como guionista (que ya hace rato era un dibujante consagrado), cuando escribió los diálogos de la primera etapa de la Mujer Maravilla actualizada por Pérez en los ochenta, hasta que este último por fin agarró vuelo por sí mismo para encargarse de ello también.
5.2- El Cómic.
Debo comenzar afirmando que de todo Antes de Watchmen, esta novela gráfica es mi favorita de entre toda la colección, tanto por su guión como por (especialmente) su bellísimo dibujo hecho por Jay Lee y quien una vez más subió a los más altos estándares este tipo de expresión artística. Por otro lado, otro detalle que me hace sentir mayor predilección por tal obra, viene a ser la manera en la que está caracterizado su protagonista, de una manera que lo humaniza a tal punto (pese a sus nefastas acciones en el cómic original), que resulta hasta comprensible (que no justificable) su supuesto rol del “verdadero villano” de la historia; además, este vigilante no deja de hacerse atractivo a los ojos del lector, porque en toda su parafernalia (y al menos por la forma de cómo es presentado por Wein y Lee), no deja de ser una interesante representación de los más clásicos superhéroes que podemos recordar.
El argumento está contado siguiendo los mismos parámetros armados por el maestro Alan Moore para Ozymandias en Watchmen, pues conocemos su punto de vista y hasta sus orígenes a través de sus propias memorias, por medio de su propio diario de vida y que un hombre de inteligencia superior como él registra con meticulosidad. Es así que debido a estos atributos suyos intelectuales, acompañados por las mismas habilidades físicas humanas suyas llevadas al límite, debido a un riguroso entrenamiento (mezcla ideal que bien hace recordarnos a Batman), el mismo lenguaje que emplea resulta ser si no empalagoso, algo propio de un hombre que se siente superior al resto y que por ello mismo no puede rebajarse a usar coloquialismos:
“He logrado hitos científicos que pocos han sido capaces de imitar y nadie de reproducir. Aun así pese a todos mis esfuerzos, la humanidad continúa precipitándose hacia su propia destrucción…Y al parecer he pasado una vida entera aprendiendo, sin pretenderlo, todo lo que me haría falta saber para quizá imponernos nuestra propia salvación”.
La cita textual anterior demuestra además el autoconvencimiento de Ozymandias de que le corresponde una misión mesiánica, que solo él puede llevar (sin ayuda de sus ex compañeros de grupo). En este sentido dichas palabras demuestran su particular manera de ver el mundo, que lo lleva a abrazar sin vacilaciones en el llamado maquiavelismo, puesto que tal como propuso el intelectual renacentista: el fin justifica los medios. De este modo en la obra, el personaje principal no vacila en usar todo lo que esté a su disposición para llevar a cabo su empresa, de la que no duda que está en lo correcto y sin sentimientos de culpas, ni vacilaciones.
En sus recuerdos, el hombre conocido también como Adrian Alexander Veid, trae a colación su infancia privilegiada como hijo de unos padres de gran cultura y riqueza, que lo amaron y le otorgaron la herencia genética, educativa y monetaria que lo convertiría con el paso de los años en uno de individuos más poderosos del planeta. Es así que vamos descubriendo a este sujeto extraordinario (pese a su lado más oscuro), quien tal como queda de manifiesto en las viñetas, en verdad abraza la carrera de superhéroe por motivos que necesariamente no son egoístas, si bien no se acerca a la personalidad más heroica de alguien como Búho Nocturno. Además, tal como vemos al paladín en la versión de esta historieta, pese a lo que ya se sabe de él por parte de quienes leímos la novela gráfica que inspiró todo esto, no es alguien que ame la violencia y ello mismo queda demostrado en más de una ocasión, que tampoco mata a los criminales a los que se enfrenta (y oportunidades para hacer lo contrario no le faltan).
De igual manera, destacable en su biografía es el tema de la soledad de los poderosos, ya que salvo su mascota y su primer mano derecha (una bella mujer, por cierto), Ozymandias debido a sus propios rasgos egocéntricos queda representado como alguien que en realidad, salvo en una ocasión, nunca llega a tener un par.
En la novela gráfica ochentera queda de manifiesto la homosexualidad encubierta de Adrian, algo que salvo en una sola imagen de esta obra más reciente, es obviado. Incluso queda expuesto un romance fracasado con una fémina, acontecimiento en la vida del protagonista que le otorga mayor sensibilidad, pese a su personalidad racionalista.
También destacable es su obsesión con el Doctor Manhattan, la que en el cómic original desencadenó los hechos que luego dieron por concluidos en su formidable clímax. Es así que el guión de Len Wein nos deja más claro que nunca, al contraponer al uno con el otro, la razón de todo lo que sucederá más adelante (y que ya se contó por parte de Alan Moore), entre estos dos y el resto del dramatis personae. La relación que existe entre Ozymandias y el superhombre con poderes divinos, se completa luego con las propias miniseries dedicadas al Doctor Manhattan y a nada menos que Moloch (el único villano que aparece una y otra vez a lo largo de estas historietas).
Un detalle que se puede agradecer en medio de la sublimidad que destilan las páginas de esta obra, presentada en 6 números (una de las tres más extensas de todo el proyecto), viene a ser la pequeña, pero graciosa cuota de humor que le otorga el escritor. Es así que este elemento de carácter reiterativo en la trama, puesto que tiene que ver con la idea irónica de un hombre tan perfecto como Ozymandias, se vea tan “ridículo” con su traje, que por ello más de alguien se burle de este tratándolo de “niño bonito”.
Volviendo a la preciosa labor de Jae Lee para acompañar los textos del veterano Wein, la manera de cómo este refleja a los personajes, sus emociones, las acciones y los paisajes, hacen de la experiencia de leer este cómic una verdadera delicia para los sentidos. Debe saberse además, que Jay Lee no acostumbra a enfocar las imágenes de la manera más tradicional, buscando ángulos que le otorgan a las viñetas un aspecto surrealista. A su vez, en el caso concreto de esta novela gráfica, puede llamar la atención la manera de cómo el dibujante elige representar al Comediante, exagerando sus masculinidad que la pone al mismo nivel de sus aspectos más toscos, de modo que aquí aparece como un hombre poco agraciado (el monstruo que en cierta medida es) y no el hombre de belleza masculina y sexy de otras encarnaciones suyas, lo que contrasta con la belleza casi andrógina de Ozymandias.